Desde tierra se divisaba una franja de color distinto al resto del mar. Nos adentramos con un pequeño barquito hasta rozar la zona prohibida, donde pudiérase que habitasen los tiburones -afortunadamente no vimos ninguno-.
Buceamos por aquellos rincones submarinos y el coral nos recibió regalándonos un espectáculo digno de un rey. La belleza de aquel arrecife quedó plasmada en mi. Jamás olvidaré aquella experiencia.
Hola Geles, disculpa que no pueda venir más veces a ver tus bellas pinturas, pero vivo sin tiempo, ahora estoy de vacaciones, relativas, pero intento llegar a los blogs que paso poco.
ResponderEliminarEspero que alguna vez vengas a mi casa.
Con ternura
Sor.Cecilia